Los comportamientos hacia lo material de las personas están íntimamente
relacionados a los espirituales y emocionales, mucho más de lo que a priori
todos pensamos.
Las
personas avaras y mezquinas, que no dan nada absolutamente, que
guardan todo y son incapaces de compartirlo y mucho menos darlo a nadie, aunque
se pudra en un cajón o desván y lo acaben tirando a la basura, en realidad también son tacañas de corazón.
Son rácanos y cutres de sentimientos, son de poquito o nada en sus
relaciones personales. En todo caso pueden manifestar un amor enfermizo y
asfixiante por ejemplo: por un familiar directo, que no deja de ser la otra
cara de la moneda de la avaricia (todo para mí solo).
Nadie es de una manera porque nació así, todos nos hemos ido modelando
conforme a la circunstancias de vida y sociedad que nos ha tocado vivir. Todos somos producto de una historia con
papá y mamá que nos marcó el corazón con un hierro candente para toda la
vida. Luego en la adolescencia vendrá la
influencia social, del medio en el que nos criemos.
Así las cosas, no es difícil imaginar que las personas poco bondadosas no
habrán tenido una infancia feliz y seguramente sus primeros años de vida habrán
sido carentes de muchas cosas.
No hay nada más conmovedor que ver a una persona de escasos recursos,
con una amplia sonrisa en la boca, compartiendo o dando lo poco que tiene a
otros, sin tan siquiera estar especulando sobre si lo necesitan o no o si se lo
devolverán.
Los valores de nuestra sociedad occidental no ayudan mucho, ya que se prima la lucha desmedida por el tener y
se menosprecia la generosidad confundiéndola con limosna. Al que no tiene
se le ve como fracasado y al millonario, aunque sea un ladrón, especulador como
exitoso, evidentemente como todo en la vida, existe gente adinerada altruista y
desprendida, pero deberían ser muchos más. Luchar contra esta escala de valores
a veces es difícil. No deberíamos dejarnos confundir, ni deshumanizar alejándonos
de lo verdadero e importante. Lamentablemente, cada vez más, copiamos modelos
que premian y aplauden al que sale de la nada y condenan al que no consigue
esos supuesto logros sociales, que no son ni más ni menos que tener una cuenta
bancaria abultada. Así nos encontramos con personas que tienen de “todo” (lo
material) para ellos solos, y “nada” (emocional) interior que sustente una vida
feliz. El problema es que esta forma de pensar y actuar tiene un coste alto,
puesto que produce a montones: psicópatas, asesinos, especuladores, estafadores,
histéricos, neuróticos, depresivos, viejos solos.
La felicidad se consigue a través de un intercambio con los que tenemos
alrededor, dar y recibir nos enriquece a
todos a los dadores y también a los receptores. Deberíamos todos hacer de
vez en cuando un ejercicio interior y sincero de hasta qué punto somos
generosos en todos los aspectos de la vida y que podemos hacer para serlo en
mayor grado, aunque nos cueste; y no hablo de dar solo la ropa que nos sobra
sino de escuchar, por ejemplo, a una persona que lo necesite, esto también
es dar.
El ser humano es un ser social y para que esta sociedad se construya
sana necesita de la generosidad y apoyo de unos a otros.
Luz y amor para todos, PATRICIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario