La
tarea de ser padre es probablemente una de las más difíciles del mundo. Los
niños no vienen con un manual debajo del brazo. El dicho dice que vienen con un
pan…, que con el correr de los años hay momentos que a los padres se nos
atraganta.
Siendo
bebés y hasta la adolescencia la tarea es eminentemente física, en la
adolescencia el trabajo es todo mental y el desgaste es peor que el físico del
principio.
Y
así, casi sin darnos cuenta, los primeros años pasan rápido.
Hay
hijos que ya apuntan maneras siendo niños y en la adolescencia es lo mismo, solo
que bastante peor, y con los que han sido niños buenos, que nunca dieron
problemas empiezan los líos y de repente nos encontramos escuchando a un
profesor que parece que nos está hablando de un desconocido…
Y
esos que nunca rompieron un plato y siguen en la adolescencia sin hacerlo,
tranquilos, porque en algún momento de su vida lo romperán.
No
está en mi intención desesperar a nadie porque siempre en la vida, y digo
SIEMPRE, las cosas pueden verse de varias maneras y SIEMPRE hay una y distintas soluciones.
La experiencia
como madre me ha enseñado, incluso en aquellos peores momentos de auténtica
desesperación y angustia, en que los propios cimientos, creencias, seguridad en
uno mismo, etc., etc. parece que se van a venir abajo irremediablemente, que si
hemos hecho un trabajo como educadores de personas previo, desde que nacen,
tarde o temprano estas enseñanzas se manifestarán.
Como
dice un amigo y a pesar de que sea difícil de aplicar: -lo mejor es la firmeza
tranquila; aunque como dice otro amigo:
-hay veces que me comería a mi hijo asado en el monte.
Muchos
que no tienen hijos deben estar pensando “a esta se le fue la pinza”, lo mismo
decía yo antes…
Lo
más importante, y ahora me pondré muy seria, es asumir el compromiso de querer
ser un padre responsable. Es haber tomado la decisión, desde que nacen, de
educarlos y esto lleva mucho tiempo, esfuerzo y saliva a raudales. Hay padres
que toman este compromiso y hay otros que no. Evidentemente los de este último
grupo cuando los niños llegan a la edad de 14, 15 años y quieren en ese momento
reconducir probablemente tengan la batalla perdida.
El
otro grupo, el de los padres comprometidos con la educación de sus vástagos y
con el compromiso social y moral de educar buenas personas, aun en los peores
momentos de la adolescencia, finalmente verán la luz al final del camino.
A mi
me ha costado comprender la adolescencia como madre. Claro que
me acuerdo de mi propia adolescencia, pero solo me acuerdo como hija. Leí
muchas veces que es una época donde desmarcarse y romper con los padres es lo
natural. Deben romper con la viejo, con nosotros, con lo que les hemos
enseñado, para construirse una personalidad propia. El proceso para ellos es
doloroso, lo que al final acabé entendiendo es que también lo es para los
padres.
Todo
lo que hemos construido es verdad que los niños deben tirarlo por tierra, para
construirse una personalidad; pero no olvidemos que la nueva casa que
construyan, no os quepa la menor duda, la
harán sobre los cimientos que hemos puesto los padres a los largo de más de 15
años.
El amor, la comprensión, el diálogo, la sensatez, el saber
escucharlos, el reprender cuando es necesario son el cemento que nuestros hijos
usarán para construir su casa, esa en la que alguna vez vivirán nuestros nietos,
una nueva generación de seres humanos…
Luz y amor para todos, PATRICIA
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