En la liturgia católica se entona el MEA CULPA, una losa enorme de
llevar y que dice: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, acompañado de
sendos golpes en el pecho con el puño…. Es el acto de confesión de los pecados,
de arrepentimiento, de penitencia y de intercesión ante los santos por nuestra
alma…
Cuando era pequeña y me hicieron
preparar la comunión me preguntaba: ¿culpa de qué?, qué pecados cometí?, ¿tan
mala soy?
Cuanto más leo sobre ideas y concepciones judeocristianamusulmanas, que
por mucho que les pese a todos son enormemente parecidas y tienen la misma raíz
histórica y hasta comparten muchos profetas, más claro tengo que poco tienen
que ver o enseñar sobre amor, caridad, perdón etc.
Siempre andan a vueltas con la culpa, el castigo, los pecados mortales
y la venganza, todo muy espiritual.
La iconografía cristiana está llena de santos blandiendo espadas
masacrando a cuanto infiel se les ponga por delante. Para más inri la
representación del salvador es la de un señor torturado con clavos por el
cuerpo, chorreando sangre, para rematar con una corona de espinas y cargando una
cruz que pesa una tonelada…. Como pueden ser estos los símbolos de una
espiritualidad superior y del amor perfecto…
Con este panorama ya somos culpables desde la cuna. Esto, no sé qué
pensáis, pero se parece bastante a
tácticas de guerra psicológica y de las heavy.
El impacto de estas ideas en la mente de las personas a través de los
siglos ha sido y es desbastador. Nos han enseñado a sentirnos culpables para
socavar nuestro libre albedrío, nuestro pensamiento, para controlarnos y
manipularnos.
La culpa es un arma de destrucción masiva del cerebro y la propia
persona. Es poderosa, nos atormenta y al igual que el agua se nos cuela por
todos los sitios: Y así me siento culpable de todo o casi todo lo que ocurre en
este mundo: de no ser mejor madre, hija, trabajadora, amante, vecina, ama de
casa, profesional, amiga, etcétera, etcétera.
Lo principal que debemos aprender es a ser
responsables, primero con nosotros mismos para luego trasladarlo hacia los
demás, ser consecuentes con nuestras decisiones y acatar las consecuencias de nuestros
actos con sensatez como modo de aprender y superarnos en la vida.
Sinceramente creo y espero que el ser humano este evolucionando hacia
otras concepciones de sí mismo y de los demás, que poco a poco pongamos fin a
tanta confusión y nos centremos en lo que verdaderamente importa.
La culpa NO EXISTE, es una invención sin ninguna utilidad para la
evolución interior de las personas.
El cultivo de la responsabilidad de los actos, del amor, el altruismo o
la empatía son las cosas que verdaderamente importa que aprendamos todos y
sepamos enseñar a nuestros hijos.
Lo más difícil es soltar el resultado de lo que hacemos, debemos
comprender que no somos Dios y por tanto no podemos controlar todo y
convertirnos en juez de nosotros mismos y de los demás.
Cuando se aprende a dejar el resultado en manos del destino entonces sí
somos verdaderamente libres y mucho más felices.
No será fácil deshacernos de esta autoinvitada desagradable a la que
muchos venimos abriendo la puerta para que se marche, pero no es imposible!
Luz y amor para todos, PATRICIA
Completamente de acordo con ese sentido da culpa excesivo, esaxerado e autoflaxelante das relixións monoteistas que supón unha excesiva humillación e unha forma de dominio. Pero tamén de acordo con é moi dificil desfacerse desa compañeira, dese sentimento; e quizás sexa bó non desfacerse del todo del, no sentido de ter a capacidade de pesar, de sentirte mal cando alguén o pasa mal pola nosa causa, pola nosa culpa; estou falndo da empatía, desa capacidade de poñernos no lugar dos demais que nos axuda a medrar e a corrixir o que facemos mal; nese sentido, convén ter un certo sentimento de culpa, ou quizás, se queres, chamarlle doutro xeito, simplemente empatía: pero nunca castigarse, recrearse niso, fundirse na culpa; eu sempre pensei cando metin a pata con alguén, "claro que o sinto, claro que o lamento, e tratarei de corrixilo, pero non vou a autoflaxelarme". Un bico Patricia
ResponderEliminarTienes razón, más que sentirnos culpables cuando hacemos algo mal, lo cual lleva implícito un sentimineto negativo, hacerlo pero en sentido positivo, tal y como apuntas, de aprendizaje y crecimiento como personas, de empatía hacia al otro. Ponerse en el lugar del otro, de verdad, es un ejercicio muy sano que además enseña mucho, sobre nostros mismos y nuestros sentimientos y por supuesto sobre el otro.
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