viernes, 21 de junio de 2013

La evolución del ser humano




El museo arqueológico de Estambul es muy parecido a cualquier otro museo de este tipo con  obras de la antigüedad y que, en mi caso, me producen la impresión de estar viendo un periódico (digital) actual. Posee  una cantidad importante de sarcófagos llenos de escenas de hombres guerreando entre hombres, de forma descarnada y brutal –ahora  vemos lo mismo pero por internet-. También  escenas que representan el arte,  la música, el baile  y, cómo no, el vino y sus bondades. Las temáticas poco difieren de las actuales en cualquier punto del planeta. Solo  cambian  atuendos y peinados.

Sin embargo, hay un sarcófago muy diferente, que llama la atención porque su temática no tiene nada que ver con las de sus vecinos. Está  bellamente decorado con mujeres, solo con mujeres, y de una forma muy dignificante. Cada una en una postura diferente: en actitud pensativa,  reflexiva, tocando un instrumento musical,  con mirada soñadora,  bailando… El observador queda embelesado  por la belleza, perfección y sutileza de esta obra de arte.

La pregunta siguiente es: ¿qué tipo de hombre adornaría así su última morada para que le recuerden unido a la figura femenina? Es de un hombre que amó profundamente a una mujer y quiso dejar plasmados sus principales atributos o quizás es de un hombre que en su época fue capaz de ver  las virtudes femeninas y quiso dejar testimonio, para la eternidad,  de esta bella manera…

Sin embargo, el audioguía nos devuelve a la vida real de un buen bofetón. El dueño del bello ataúd de mármol había sido un personaje poderoso, tremendamente libidinoso, que entregó su vida a la lujuria y el placer con total desenfreno…
Queda a criterio del lector hacer sus propias reflexiones…

Luz y amor para todos, PATRICIA

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