El museo
arqueológico de Estambul es muy parecido a cualquier otro museo de este
tipo con obras de la antigüedad y que,
en mi caso, me producen la impresión de
estar viendo un periódico (digital) actual. Posee una cantidad importante de sarcófagos llenos
de escenas de hombres guerreando entre hombres, de forma descarnada y brutal
–ahora vemos lo mismo pero por
internet-. También escenas que
representan el arte, la música, el baile
y, cómo no, el vino y sus bondades. Las temáticas poco difieren de las
actuales en cualquier punto del planeta. Solo cambian
atuendos y peinados.
Sin embargo, hay un sarcófago
muy diferente, que llama la atención porque su temática no tiene nada que
ver con las de sus vecinos. Está bellamente decorado con mujeres, solo con
mujeres, y de una forma muy dignificante. Cada una en una postura diferente: en
actitud pensativa, reflexiva, tocando un
instrumento musical, con mirada
soñadora, bailando… El observador queda embelesado
por la belleza, perfección y sutileza de esta obra de arte.
La pregunta siguiente es: ¿qué tipo de hombre adornaría
así su última morada para que le recuerden unido a la figura femenina? Es de un
hombre que amó profundamente a una mujer y quiso dejar plasmados sus principales
atributos o quizás es de un hombre que en su época fue capaz de ver las virtudes femeninas y quiso dejar
testimonio, para la eternidad, de esta
bella manera…
Sin embargo, el audioguía nos devuelve a la vida real de
un buen bofetón. El dueño del bello ataúd de mármol había sido un personaje
poderoso, tremendamente libidinoso, que entregó su vida a la lujuria y el
placer con total desenfreno…
Queda a criterio del lector hacer sus propias reflexiones…
Luz y amor para todos, PATRICIA
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