Hace unos siete años tuve ocasión de
viajar a Cuba y debo decir que además de paisajes, gente y gastronomía
maravillosa lo que más me impresionó fueron dos cosas :la primera que
faltándoles todo (todo lo que para un occidental es importante) son personas
alegres, que sonríen siempre, bailan todo lo que pueden y sobre todo, NUNCA SE
QUEJAN, para mi constatar esto durante veinte días que conviví con ellos fue
como una bofetada con la mano abierta en pleno rostro, pero sobre esto de la
queja ya hablaré en otro post. Lo segundo que me impresionó es su creatividad y facilidad para resolver
problemas cotidianos, con casi apenas medios. Por ejemplo se veían en plena
calle a dos personas arreglando un coche y fabricándose sus propias piezas. Los
niños jugando en la calle tenían una mirada viva, astuta, del que está
acostumbrado desde pequeño a resolver sus problemas junto a los amigos. En un
documental hace poco vi como en un país africano arreglan los móviles, en la
calle y también con pocos medios, que los occidentales tiramos y que ellos
reutilizan.
¿Cuál es la diferencia entre ellos y
nosotros?, ¿Por qué nuestros jóvenes son
personas apáticas, indolentes, de mirada lánguida y carentes de ideas?,
¿estaremos haciendo algo mal?
Es fácil entender que la necesidad agudiza el ingenio y que en
países carentes de muchas cosas es: poner a funcionar el cerebro o morir.
Buscarse la vida, como se suele decir, y espabilando desde muy jóvenes. Los
padres ocupados en sacar a sus familias adelante les dan a sus hijos
responsabilidades desde pequeños: cocinar, arreglar la casa, cuidar a sus
hermanos, arreglárselas solos para ir y venir al cole. Los hermanos menores
heredan la ropa de los mayores y los juguetes se los hacen ellos con materiales
de desecho que encuentran por ahí, la calle es la gran proveedora. Por otro
lado, hay una amplia consciencia de trabajo cooperativo, es decir, juntar
fuerzas, contar con el apoyo mutuo de vecinos, amigos y familiares, con los
conocimientos y medios que aporte cada uno, para resolver necesidades.
En occidente nuestros hijos ya están custodiados de todas
las maneras imaginables, desde antes de nacer. Viven inmersos en ambientes
totalmente individualistas donde la unidad familiar es el top de consciencia
social y por tanto desde la cuna el mensaje es: cada uno que aguante su vela. Tienen
absolutamente de todo lo que se pueda imaginar, es más ni siquiera tienen que
pedirlo siempre nos adelantamos, por eso de que no les falte nada y sean “felices”. Les mandamos el bolso hecho,
para hacer deporte, hasta los 14 años, no vaya ser que a él se le olvide
guardar el calzoncillo, se le enfríe el culo y nos vuelva con un resfriado, nos
sentamos cada tarde al lado de ellos, para ayudarles a hacer los deberes, por
eso de que “no se atrasen”, les
tenemos siempre el plato de comida caliente en el momento que tocan el timbre,
porque sino la que pueden montar y para que no pasen “hambre”. Cada navidad, reyes y cumpleaños los cubrimos de juguetes y ropa,
ellos abren los paquetes con desgana y miran todo con indiferencia y a los tres
días ya no juegan con ninguno de aquellos objetos. A los 9 años hay que darles
su primer móvil como regalo de la primera comunión, por eso de que siempre
tengan línea directa con nosotros por si les “pasa algo”.
Y por fin llegamos a la adolescencia
y resulta que un día nos encontramos que en casa tenemos a un verdadero
zángano, inútil, carente de la más mínima idea, sin ninguna capacidad de
trabajo, ni creatividad, ¿para qué va hacer nada?, si todas sus necesidades
están cubiertas, las de él y las nuestras con respecto a él, ¿para qué va a
mover un dedo para nada?, no lo necesita… A esta edad nos empezamos a preocupar
y echar las manos a la cabeza y le decimos: -¿a dónde vas a ir tú si no sabes
hacer nada? Stop (leer post que escribí sobre la incoherencia). Pero si fuimos nosotros los que no le dejamos
tocar, hacer, pensar, crear, armar, soñar, colocar, ordenar, limpiar, deshacer,
vestir, cocinar nada nunca…
Estamos viviendo momentos muy
convulsos dónde lo viejo debe caer par dar lugar a algo nuevo, nuevas maneras
de actuar, de ser, de pensar, de crear. En occidente nos hemos equivocado en
muchas cosas, tal vez debamos mirar para los países emergentes (muchos de ellos
nos están comiendo las papas) y pensar que podemos aprender de ellos, qué están
haciendo bien y qué ideas propias y nuevas podemos generar. Primero debemos
pensar si queremos dejar de estar aletargados y convertirnos en personas con
ideas que creen cosas nuevas para sobrevivir, lo segundo dejar de hacer de
nuestros hijos verdaderos idiotas; la sobreprotección es un sentimiento
complejo que implícito por detrás lleva un mensaje duro: "déjame a mí que tú
eres un inútil", que en el fondo no esconde ni más ni menos que nuestras propias
inseguridades e incertidumbres… Dejémosles
(aunque sea con dolor de corazón, mordiéndonos el labio y con un nudo doble en
el estómago) que se equivoquen, caigan, se ensucien, creen, trabajen, piensen, se golpeen. El cerebro
solo se desarrolla haciendo sino se atrofia.
Demos la oportunidad a este
viejo mundo occidental de despertar y empezar a volar, para eso debemos empujar
a los pollos del nido, démosles la oportunidad de que demuestren de qué son
capaces!
Luz y amor para todos, PATRICIA
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