viernes, 22 de junio de 2012

La incoherencia vive con nosotros



Aunque no nos guste nada admitirlo todas las personas somos incoherentes en algún momento de nuestra vida en mayor o menor medida. Supongo que es difícil ser totalmente coherente en absolutamente todo. La razón es muy sencilla: estamos muy lejos de ser perfectos y somos seres muy complejos donde los condicionamientos mentales, emocionales y de vida se entremezclan.
Esto no quiere decir que no debamos esforzarnos por intentar ser lo más coherentes posible en la vida, más si cabe si estamos formando niños como educadores y por supuesto si estamos educando hijos.

Pero quien no se encontró diciéndole a grito pelado a su hijo: -No grites maldita sea, dime las cosas hablando o –mamón, no insultes! o con un cigarrillo en la mano le decimos que fumar perjudica la salud o que el abuso del alcohol es malo y nos ve beber habitualmente…
Lo malo de las incoherencias es que crean confusión sobre todo en los niños y jóvenes. Debe ser difícil para ellos decidir entre dos cosas opuestas que están viendo en sus propios padres o educadores. Si les decimos que no hagan algo y nosotros lo hacemos lo lógico es que piensen: algún tipo de satisfacción oculta debe haber en esto prohibido, porque sino, no lo harían. 

Hoy tuve la necesidad de escribir sobre este tema porque viví un caso cercano de un hecho en el que se pregona a los cuatro vientos la denuncia a la discriminación, la injusticia social y todos son loas al altruismo, la empatía, el amor incondicional al otro, etc etc. Y resulta que desde dentro se ha practicado una discriminación feroz causada por unos actos, que desde luego fueron muy graves y merecían un castigo ejemplar, cosa que ocurrió, pero desde mi punto de vista hubiera sido más coherente y educativo aplicar todo aquello que se pregona desde dentro.
Todos los seres humanos, incluso se hace con los delincuentes, se merecen una segunda oportunidad. Esta es la manera de poder rectificar, aprender y recapacitar. El castigo por el castigo mismo también es una forma de aprender pero otra cosa: que en la vida también hay personas inflexibles que no dan una segunda oportunidad.

Que se entienda bien, no estoy juzgando nada ni a nadie, en los seres humas obran condicionantes complejos que nos hacen obrar de esta o aquella manera; solo estoy tratando de analizar las distintas maneras que tenemos de aprender en la vida y que como siempre las hay unas más completas y positivas y otras más negativas pero que también son parte de la vida y están ahí. Lo mismo que la incoherencia.

Luz y amor para todos, PATRICIA

viernes, 15 de junio de 2012

Los maestros de mi vida



Los maestros de mi vida han sido muchos y todos tremendamente importantes, con todos aprendí, profundicé, rectifiqué, me enfadé, me reconcilié, no me gustaba lo me hacían ver de mi, después me ayudaban a integrar eso que no me gustaba de mi, con unos crecí como persona, con otros espiritualmente, con algunos tuve relaciones muy intensas de amor odio, con otros tuve charlas de media hora... Unos, muy instruidos, otros, gente sencilla, pero todos muy sabios.



Últimamente me he dado cuenta que si estoy escribiendo este blog es gracias a ellos, es mi pequeño homenaje dando a los demás, aunque sean pequeñas cosas, de lo mucho que todos ellos me dieron.


Mi recuerdo para todos, pero especialmente para tres de ellos, la primera Iris, una vecina que llenó mi infancia de amor incondicional, ternura y comprensión, otra Marly que abrió mi mente y espíritu al conocimiento profundo de mi misma y la otra, mi abuela Jesusa que fue un regalo de sabiduría ancestral y de vida en mi etapa adulta.
Hoy soy la suma y combinación de todas sus enseñanzas. A todos ellos gracias!

Luz y amor para todos, PATRICIA

viernes, 8 de junio de 2012

La culpa



En la liturgia católica se entona el MEA CULPA, una losa enorme de llevar y que dice: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, acompañado de sendos golpes en el pecho con el puño…. Es el acto de confesión de los pecados, de arrepentimiento, de penitencia y de intercesión ante los santos por nuestra alma…
Cuando era pequeña  y me hicieron preparar la comunión me preguntaba: ¿culpa de qué?, qué pecados cometí?, ¿tan mala soy?
Cuanto más leo sobre ideas y concepciones judeocristianamusulmanas, que por mucho que les pese a todos son enormemente parecidas y tienen la misma raíz histórica y hasta comparten muchos profetas, más claro tengo que poco tienen que ver o enseñar sobre amor, caridad, perdón etc.
Siempre andan a vueltas con la culpa, el castigo, los pecados mortales y la venganza, todo muy espiritual.
La iconografía cristiana está llena de santos blandiendo espadas masacrando a cuanto infiel se les ponga por delante. Para más inri la representación del salvador es la de un señor torturado con clavos por el cuerpo, chorreando sangre, para rematar con una corona de espinas y cargando una cruz que pesa una tonelada…. Como pueden ser estos los símbolos de una espiritualidad superior y del amor perfecto…


Con este panorama ya somos culpables desde la cuna. Esto, no sé qué pensáis, pero  se parece bastante a tácticas de guerra psicológica y de las heavy.
El impacto de estas ideas en la mente de las personas a través de los siglos ha sido y es desbastador. Nos han enseñado a sentirnos culpables para socavar nuestro libre albedrío, nuestro pensamiento, para controlarnos y manipularnos.
La culpa es un arma de destrucción masiva del cerebro y la propia persona. Es poderosa, nos atormenta y al igual que el agua se nos cuela por todos los sitios: Y así me siento culpable de todo o casi todo lo que ocurre en este mundo: de no ser mejor madre, hija, trabajadora, amante, vecina, ama de casa, profesional, amiga, etcétera, etcétera.
Lo principal que debemos aprender es a ser responsables, primero con nosotros mismos para luego trasladarlo hacia los demás, ser consecuentes con nuestras decisiones y acatar las consecuencias de nuestros actos con sensatez como modo de aprender y superarnos en la vida.
Sinceramente creo y espero que el ser humano este evolucionando hacia otras concepciones de sí mismo y de los demás, que poco a poco pongamos fin a tanta confusión y nos centremos en lo que verdaderamente importa.
La culpa NO EXISTE, es una invención sin ninguna utilidad para la evolución interior de las personas.


El cultivo de la responsabilidad de los actos, del amor, el altruismo o la empatía son las cosas que verdaderamente importa que aprendamos todos y sepamos enseñar a nuestros hijos.
Lo más difícil es soltar el resultado de lo que hacemos, debemos comprender que no somos Dios y por tanto no podemos controlar todo y convertirnos en juez de nosotros mismos y de los demás.
Cuando se aprende a dejar el resultado en manos del destino entonces sí somos verdaderamente libres y mucho más felices.
No será fácil deshacernos de esta autoinvitada desagradable a la que muchos venimos abriendo la puerta para que se marche, pero no es imposible!

Luz y amor para todos, PATRICIA

viernes, 1 de junio de 2012

Los hijos



La tarea de ser padre es probablemente una de las más difíciles del mundo. Los niños no vienen con un manual debajo del brazo. El dicho dice que vienen con un pan…, que con el correr de los años hay momentos que a los padres se nos atraganta.
Siendo bebés y hasta la adolescencia la tarea es eminentemente física, en la adolescencia el trabajo es todo mental y el desgaste es peor que el físico del principio.
Y así, casi sin darnos cuenta, los primeros años pasan rápido. 


Hay hijos que ya apuntan maneras siendo niños y en la adolescencia es lo mismo, solo que bastante peor, y con los que han sido niños buenos, que nunca dieron problemas empiezan los líos y de repente nos encontramos escuchando a un profesor que parece que nos está hablando de un desconocido…
Y esos que nunca rompieron un plato y siguen en la adolescencia sin hacerlo, tranquilos, porque en algún momento de su vida lo romperán.
No está en mi intención desesperar a nadie porque siempre en la vida, y digo SIEMPRE, las cosas pueden verse de varias maneras y SIEMPRE  hay una y distintas soluciones.
La experiencia como madre me ha enseñado, incluso en aquellos peores momentos de auténtica desesperación y angustia, en que los propios cimientos, creencias, seguridad en uno mismo, etc., etc. parece que se van a venir abajo irremediablemente, que si hemos hecho un trabajo como educadores de personas previo, desde que nacen, tarde o temprano estas enseñanzas se manifestarán.


Como dice un amigo y a pesar de que sea difícil de aplicar: -lo mejor es la firmeza tranquila; aunque como  dice otro amigo: -hay veces que me comería a mi hijo asado en el monte.
Muchos que no tienen hijos deben estar pensando “a esta se le fue la pinza”, lo mismo decía yo antes…
Lo más importante, y ahora me pondré muy seria, es asumir el compromiso de querer ser un padre responsable. Es haber tomado la decisión, desde que nacen, de educarlos y esto lleva mucho tiempo, esfuerzo y saliva a raudales. Hay padres que toman este compromiso y hay otros que no. Evidentemente los de este último grupo cuando los niños llegan a la edad de 14, 15 años y quieren en ese momento reconducir probablemente tengan la batalla perdida.
El otro grupo, el de los padres comprometidos con la educación de sus vástagos y con el compromiso social y moral de educar buenas personas, aun en los peores momentos de la adolescencia, finalmente verán la luz al final del camino. 


A mi me ha costado comprender la adolescencia como madre. Claro que me acuerdo de mi propia adolescencia, pero solo me acuerdo como hija. Leí muchas veces que es una época donde desmarcarse y romper con los padres es lo natural. Deben romper con la viejo, con nosotros, con lo que les hemos enseñado, para construirse una personalidad propia. El proceso para ellos es doloroso, lo que al final acabé entendiendo es que también lo es para los padres.


Todo lo que hemos construido es verdad que los niños deben tirarlo por tierra, para construirse una personalidad; pero no olvidemos que la nueva casa que construyan, no os quepa la menor duda, la harán sobre los cimientos que hemos puesto los padres a los largo de más de 15 años.
El amor, la comprensión, el diálogo, la sensatez, el saber escucharlos, el reprender cuando es necesario son el cemento que nuestros hijos usarán para construir su casa, esa en la que alguna vez vivirán nuestros nietos, una nueva generación de seres humanos…

Luz y amor para todos, PATRICIA